domingo, 9 de julio de 2017

"La Orestíada": El trágico regreso al hogar

La tragedia griega tiene una de sus cumbres creativas en La Orestíada de Esquilo. La vuelta de Agamenón de la Guerra de Troya desencadena una serie de sangrientos acontecimientos en el seno de su familia. José Carlos Plaza ha dirigido una nueva versión de este texto para inaugurar la presente edición del Festival Internacional de Teatro Clásico de Mérida (un texto que ya puso en pie en el mismo escenario en 1990) y la verdad es que el resultado ha sido redondo. 

Plaza es indiscutiblemente un maestro en la dirección de escena y las tragedias griegas, particularmente, las realiza con una enorme solidez y potencia en todos los aspectos dada la envergadura de las historias que se narran. Sin irnos muy atrás en el tiempo, en el año 2007 dirigió Fedra, con una sublime Ana Belén, acompañada en el escenario por Fran Perea que dejó a un servidor asombrado. Precisamente repitió con ambos actores en Electra (2012), la primera de las cuatro tragedias con que ha deleitado a los espectadores en estos últimos cinco años en los que Jesús Cimarro lleva dirigiendo el Festival. Luego vendrían Hécuba (2013) y Medea (2015).
Un ejemplo de la grandiosidad de este montaje de La Orestíada. Jero Morales

Si con anterioridad Juan Mayorga y Vicente Molina Foix fueron los encargados de realizar las versiones de los montajes mencionados, ahora es Luis García Montero el que condensa las siete horas que duraría la trilogía íntegra a dos horas que se pasan volando con un texto duro y hermoso a la vez que pone el acento en la tragedia familiar, la sed de venganza y la justicia, además de poner de manifiesto la influencia de los clásicos griegos en las obras de William Shakespeare con pasajes que recuerdan a Hamlet o Tito Andrónico.

Plaza se ha rodeado de profesionales indiscutibles y habituales de sus puestas en escena: Pedro Moreno en el vestuario, con una gama de colores que él imprime a la vestimenta como pocos, Francisco Leal se encarga de la escenografía, Toño Camacho de la poderosa iluminación, Mariano Díaz de la música, potenciada en momentos clave y Juan Pedro Hernández del maquillaje y la peluquería con logros como los ojos de Amaia Salamanca rodeados de un intenso violeta para remarcar el alto grado de sufrimiento del personaje. En el apartado técnico se da otra curiosa circunstancia: el director adjunto de este montaje es Carlos Martínez-Abarca quien interpretó a Calígula en el recordado montaje de Yo, Claudio que Plaza dirigió en el 2004 para la 50ª edición del Festival y encabezaba Héctor Alterio.

Con respecto a las interpretaciones el conjunto es, en una palabra, sensacional porque todos los actores tienen su momento de protagonismo a lo largo de la historia que cuenta la trilogía. Ana Wagener (quien había interpretado a la reina Gertrudis en la versión de Hamlet de Miguel del Arco) afronta el personaje Clitemnestra, la esposa infiel y asesina de Agamenón, con una solidez y magnificencia que no decae en ningún momento. Ricardo Gómez debuta en Mérida tras experiencias en las tablas como El señor Ibrahim y las flores del Corán o La Cocina de Wesker a las órdenes de Sergio Peris-Mencheta interpretando a Orestes con una intensidad que remarca su deseo de impartir justicia asesinando a los responsables de la muerte de su padre, así como el tormento que sigue a la consumación de dicho propósito. Orestes es instigado a matar a su propia madre y al amante de ésta a instancias de su hermana Electra (el encuentro entre ambos tras la vuelta de él es muy emotivo) una sobrecogedora Amaia Salamanca (quien con anterioridad había protagonizado, dirigida por Magüi Mira, La marquesa de O de Heinrich Von Kleist) cuyo movimiento corporal raya en la desesperación y la locura, estados emocionales que la actriz transmite a la perfección.
Amaia Salamanca (Electra) con María Isasi (Esclava)  Jero Morales

Siguiendo con el reparto Alberto Berzal (presente en los mencionados montajes de Electra, Hécuba y Medea) se mete en la piel de Egisto con la seguridad que le es habitual y he de reconocer que el momento de su muerte es impactante. Felipe García Vélez (presente en el gran montaje de Cuando deje de llover que dirigió Julián Fuentes Reta) está grandioso como Agamenón y María Isasi vuelve a cautivar con su doble papel de la atormentada Casandra, (otro personaje de trágico destino como la gran Políxena que encarnó en Hécuba), magnífica verbalizando sus visiones y trágicas predicciones, y de la esclava que colabora en la ejecución de la venganza de Orestes y Electra.

Roberto Álvarez, al que vi en Casa de muñecas y El discurso del Rey, se encarga de dar vida al magistrado portavoz del poder judicial que decidirá el destino de Orestes. Sus parlamentos al pueblo que pide justicia son dichos con autoridad y gran fuerza. Y Juan Fernández, que repite con Plaza tras Electra) da vida al anciano que junto al pueblo, recibe a Agamenón y se revuelve contra la actitud de Clitemnestra y Egisto, con el que tiene una tensa e intensa escena.
Ana Wagener (Clitemnestra) y Ricardo Gómez (Orestes). Jero Morales

El montaje se redondea con la intervención de un coro con un gran protagonismo y que representa al pueblo. En él se encuentran Jorge Torres, de gran presencia en el escenario y con un timbre de voz grave que proyecta maravillosamente. A Torres, habitual ayudante de dirección de Plaza, lo descubrí como actor en el montaje de La noche de las tríbadas, también dirigido por Plaza, y les aseguro que es un actor asombroso del que estoy deseando verle en más obras teatrales. En el coro también están sus compañeras en la obra mencionada, Montse Peidro y Pepa Gracia, muy sólidas en sus intervenciones individuales y colectivas, al igual que Charo Zapardiel, Emilio Gómez, Ana Goya, Carmelo Crespo y Sergio Ramos que componen una representación heterogénenea (abarcando diferentes edades y situaciones personales) y compacta del pueblo.

Para concluir tengo que decir que con esta coproducción entre el Festival de Mérida y Pentación Espectáculos se vivió anoche una jornada mágica con un público entusiasta ante la maravilla que vio sobre el milenario escenario.        

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