viernes, 24 de marzo de 2017

"Kong. La Isla Calavera": Sigue siendo el rey (de su hogar)

Si hay un animal del que todo el mundo tiene una referencia en la Historia del Cine ese es King Kong desde que hace más de ochenta años se enamorase de Fay Wray en el filme dirigido por Merian C. Cooper y Ernest B. Schoedsack en 1933. Tras conocer dos célebres remakes (por parte de John Guillermin en 1976 con una joven Jessica Lange y de Peter Jackson en 2005) el director Jordan Vogt-Roberts retorna a la Isla Calavera, lugar donde habita el simio más grande y de gran corazón, para centrar la acción en ese lugar y sus habitantes.

Kong: La Isla Calavera no se puede considerar un remake propiamente dicho aunque toma prestados elementos no sólo de los filmes mencionados sino de los rodados en Japón en los sesenta dentro del género Kaiju y donde King Kong era el protagonista de algunos, enfrentándose en uno de ellos a Godzilla.

En el filme que nos ocupa se habla de temas recurrentes como es la supuesta superioridad del ser humano sobre la Madre Naturaleza y cómo todo se viene abajo cuando los elementos y la fauna y la flora se rebelan. Por ello este filme conecta con el mensaje que trasmitía el cine de catástrofes de los setenta con el fuego (El coloso en llamas, 1974), el mar (La aventura del Poseidón, 1972), la tierra temblando (Terremoto, 1974), los volcanes (El día del fin del mundo, 1980) o las abejas (El enjambre, 1978) como prueba de ello. De igual modo la lucha desigual del hombre con el reino animal tuvo un precedente literario en Moby Dick, que escribió Herman Melville y que John Huston trasladó a la gran pantalla en 1956 con Gregory Peck.

Lo atractivo de Kong. La Isla Calavera es el retrato del enorme simio ya que sus acciones van guiadas por sus sentimientos, atacando a los que intentan a acabar con él y protegiendo a los que se muestran amigables. Por ello es muy reseñable que se decida dividir a los exploradores en dos grupos físicamente, lo cual influirá en la visión que tendrán finalmente de Kong.

El protagonismo de Kong es de tal magnitud que ningún actor de carne y hueso le hace sombra. Ni Tom Hiddleston, un auténtico robaescenas, por ejemplo cuando se mete en la piel de Loki en los filmes de Thor o en Los Vengadores lo logra. Él y Brie Larson, la chica que no puede faltar en una película de King Kong que se precie, son los que más destacan en un reparto donde Samuel L. Jackson y John Goodman muestran la cara menos amable de los humanos, con una referencia mitológica (el mito de Icaro y sus alas de cera) incluida para mostrar la creencia de la supremacía humana gracias a la tecnología, aunque esta creencia se cae en picado como Icaro cuando se acercó al sol, en cuanto los animales entran en acción, en particular uno, con el que Kong rememora escenas del mencionado Kaiju. Y John C. Reilly es una de las sorpresas del filme con un interesante arco durante todo el metraje de la película.



Con una progresión que va de menos a más, la historia no ahorra en efectos especiales aunque se toma el tiempo necesario para contextualizar la acción del filme (el fin de la Guerra de Vietnam) que explica las actitudes de varios personajes y las razones por las que deciden viajar a la Isla Calavera, pero lo que deja claro es que Kong es el rey de su isla específicamente (recomiendo quedarse al final de los títulos de crédito para comprender esta matización).

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